Thursday, June 9, 2011

MANIFIESTO WHITE SPIDER

“Es joven, sin duda. Joven por la juventud del autor. Pero también es viejo, viejo como el mundo. Es la primavera de las hojas sobre las antiguas ramas, en el bosque secular.”

Anatole France

El estado espiritual puro en el arte.

El arte no se crea ni se destruye; se descubre, porque es en sí mismo. Se encuentra en la contemplación de todo aquello que nos rodea. Lo reconocemos porque viene del corazón y nos infecta con su descubrimiento, nos afecta y su exploración nos envuelve. Nos conmueve en lo primario de nuestro ser.

Estamos enfermos de originalidad y olvidamos el origen. Se necesita volver al primer principio del arte, a las emociones, a la espiritualidad, al instinto desgarrado, a los sentimientos, a la expresión pura de las emociones.

Y es por el amor al arte que tenemos que volver al comienzo, sentirlo, vivirlo, experimentarlo con todos nuestros sentidos, arrancándolo del vacío del que lo hemos cargado al privarlo de ser orgánico. Regresarlo a las profundidades de la cueva de nuestro propio interior.

¡Sorprendamos a la gente!. Levantemos sobre las ruinas santuarios a Venus, sacralizemos los espacios para exhibir la belleza, donde el alma y el espíritu hagan momentos irrepetibles, singulares, mágicos.

White Spider es el animal que desentraña de la cueva del artista su alegría, tristeza, miedos, pasiones, sueños y pesadillas, para destilar su esencia, desmembrarlo. Lo abre en canal para llegar a lo más profundo de los sentimientos y mostrarlos al público. Hace con ello lo que quiere que vean, cambiando su significado para crear nuevas emociones. Arranca de raíz los sentimientos crudos, para con ello crear los hilos mas finos e hilarlos de esquina a esquina en los santuarios para llenarlos de belleza.

Y así entrar en comunión con su espíritu, al hilar y cargarla de su visión. Exhibir el hilo fino que se extrae de la cueva del artista, y vincularla en armonía junto al lugar para vestirlo, encantarlo. Hacer del montaje el esqueleto que sostiene las piezas. Y tejer la telaraña entre las obras, la luz y la sombra, para envolver a la gente en la red.

Para al final, descubrirse a uno mismo desnudo, vulnerable, tocado. Asaltado por la sorpresa.

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